Artesanos de la zona de transición son los nuevos rostros de la crisis turística en Tulum

La desaceleración turística que vive Tulum ha comenzado a reflejarse en sectores menos visibles, pero esenciales para su identidad cultural: los talleres artesanales de la zona de transición. En comunidades como Macario Gómez, Francisco Uh May y Manuel Antonio Ay, la caída en la llegada de visitantes ha provocado una disminución de hasta 50 por ciento en las ventas, afectando directamente la economía familiar de los artesanos que trabajan con madera, bejuco y fibras naturales.
Durante generaciones, estas comunidades han conservado oficios heredados de padres a hijos. Hoy, sin embargo, la falta de turistas ha dejado los talleres casi vacíos. “Mi papá me enseñó este trabajo y yo trato de mantenerlo, pero ya casi no hay gente que compre. Pasan días sin que vendamos nada”, comenta Manuel, joven artesano de Francisco Uh May, mientras muestra figuras talladas que esperan comprador.
El problema se agrava por la competencia desleal que representan los productos industrializados que llegan desde otras regiones a precios más bajos. “Antes vendíamos bien, ahora tenemos que bajar los precios solo para recuperar algo. A veces trabajamos toda la semana y apenas sale para comer”, explicó el artesano, reflejando el panorama de muchos talleres familiares.
El turismo internacional, que solía dinamizar la economía artesanal, se ha visto reducido por factores como el aumento en los costos de hospedaje, la inseguridad y la falta de promoción cultural en las rutas alternativas a las playas. Esto ha tenido un efecto en cadena: los puntos de venta se vacían y la producción artesanal se detiene.
Otro factor que preocupa a los pobladores es la pérdida del interés de las nuevas generaciones. “Muchos jóvenes prefieren irse a trabajar a Tulum o Playa del Carmen, donde hay hoteles o construcción. Aquí ya quedamos pocos que sigamos tallando o tejiendo”, lamenta Manuel, consciente de que con cada partida se diluye una parte del conocimiento ancestral.
Expertos en desarrollo comunitario advierten que la crisis turística no solo amenaza los ingresos, sino la preservación del patrimonio cultural maya. Sin políticas públicas de fomento, capacitación y apoyo a la comercialización, el riesgo de desaparición de estos oficios tradicionales es inminente.
Por ahora, los talleres permanecen abiertos, pero la incertidumbre crece. “El arte que hacemos aquí cuenta la historia de nuestros abuelos. Si esto se pierde, se pierde una parte de Tulum también”, reflexiona Manuel.
Mientras la mirada turística continúa centrada en la zona costera, en las comunidades de la selva el golpe económico se siente más fuerte. Allí, entre virutas de madera y fibras secas, los artesanos de la zona de transición luchan por mantener encendida la llama de una herencia que resiste en silencio.